Historias reales sobre errores medicos

image048Los estudios médicos muestran como cada año existen millones de errores médicos en los Estados Unidos de Norteamérica. Sin embargo, las estadísticas por sí mismas no pueden expresar toda la angustia sufrida por los pacientes inocentes y por sus familias debido a estos errores médicos. Por ello, aquí tenemos algunos ejemplos de casos reales, para poner esas estadísticas en perspectiva. (Aunque los casos son reales, los nombres son ficticios. No se puede garantizar ningún resultado para su caso en concreto. El resultado para cada caso depende de los hechos y datos únicos para el mismo).

La doctora que no sabía lo que ella no sabía

Janet G. era una atractiva y vivaz mujer de 23 años de edad que amaba a los niños y estaba cursando una Maestría en Psicología Infantil. Su familia era de la costa este de los EE.UU., donde su padre era un sacerdote episcopal y su madre un ama de casa, pero Janet se había mudado al oeste para asistir a la escuela de posgrado y poder así obtener una Maestría en Psicología con especialización en Psicología Infantil. Allí conoció a y se enamoró de Jimmy H., y los dos planeaban casarse una vez que Janet se graduara.

Era sábado cuando Janet comenzó a sentirse mal por lo que ella pensaba era una alergia o una gripe. Su nariz moqueaba y se sentía toda adolorida. El domingo comenzó a tener un dolor de cabeza y se sintió aun peor. Llamó a la oficina de su médico de familia y el servicio de mensajes le dijo que la doctora le devolvería la llamada. La doctora de Janet (la Dra. F.) la llamó y le dijo que fuera a verle a su oficina por la mañana del lunes. Janet siguió las instrucciones de su médico. El lunes por la mañana ya en la oficina de la doctora, la Dra. F. examinó a Janet y le dijo que ella tal vez podría tener meningitis y le comentó que haría una punción lumbar para poder confirmar el diagnóstico.

Una punción lumbar (o punción raquídea) consiste en la inserción de una aguja en el canal espinal en la base de la columna vertebral para extraer algo de líquido cefalorraquídeo (también llamado CSF o fluido espinal). El líquido cefalorraquídeo es un líquido transparente e incoloro que circula lentamente alrededor de y que baña el cerebro y la médula espinal. Ayuda a proteger el cerebro, además de tener otras funciones diversas. La presión del líquido cefalorraquídeo puede ser medida durante la punción lumbar. Si la presión del fluido es alta, puede ayudar a confirmar el diagnóstico de meningitis. Además, el fluido se puede analizar para ver si existen bacterias en el mismo.

Cuando la Dra. F. realizó la punción lumbar en Janet, la presión del líquido cefalorraquídeo de Janet era notablemente alta. Era tan alta que ella estaba en peligro de tener una hernia del tronco cerebral si la Dra. F. retiraba la aguja de la punción lumbar. (Una hernia del tronco cerebral se debe a una alta presión intracraneal [presión dentro del cráneo] que fuerza a la base del tronco cerebral a través del hueco en la parte inferior del cráneo, donde la columna vertebral sale del mismo. Esto puede producir la muerte de un paciente. Si no produce la muerte del paciente, puede aun destruir los nervios en el tronco cerebral). Con lecturas de una presión notoriamente alta como la de Janet, la doctora debe dejar la aguja en su lugar mientras se consigue que baje la presión intracraneal, momento en el cual sería ya menos arriesgado retirar la aguja.

Pero la Dra. F. no tenía ni idea del riesgo en que se encontraba Janet, así que la Dra. F. retiró la aguja. Por suerte en ese momento Janet no sufrió una hernia en su tronco cerebral, por lo que la negligencia de la Dra. F. no causó lesiones en ese momento (eso vendría después).

La Dra. F entonces decidió de manera acertada ingresar a Janet en el hospital local. Sin embargo, la Dra. F. no tenía privilegios de admisión, por lo que Janet fue puesta bajo el cuidado del Dr. I., quien era un internista que tenía privilegios de admisión en el hospital y que también era amigo de la Dra. F.  El Dr. I., tal como era requerido por las políticas del hospital, elaboró el historial de admisión y el examen físico de Janet, pero debido a que planeaba tener la ayuda de la Dra. F para el cuidado de Janet en el hospital y a que sabía que la Dra. F ya la había examinado, el Dr. I. realizó un trabajo bastante superficial sobre la historia de admisión y el examen físico. Él no vio que Janet tenía una lectura de una muy elevada presión de la médula. Más tarde él admitió en su declaración que si lo hubiera visto, él de inmediato habría tratado a Janet con Decadron, un corticoesteroide que ayuda a reducir la inflamación cerebral y la presión intracraneal elevada causada por infecciones como la meningitis, mismo que a su vez reduce el riesgo de sufrir una hernia de tronco cerebral.

En lugar de ser ingresada en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), como debería haber sido, en donde habría sido constantemente monitoreada por enfermeras tituladas, Janet fue ingresada en una habitación regular en el hospital en donde fue monitoreada con menor frecuencia por personal de enfermería no titulado (LVN), que tienen menos formación y generalmente menos experiencia en cuanto a enfermedades graves en comparación con las enfermeras tituladas. Janet fue ingresada aproximadamente a las 10 a.m. A lo largo del día, su estado se deterioró. A las 4:00 p.m., Janet comenzó a estar muy alterada, tirando de sus vías intravenosas y sacando su catéter urinario. Las LVN no lograron reconocer la gravedad de la condición deteriorada de Janet y no avisaron a la Dra. F. (que esporádicamente daba seguimiento por teléfono sobre el estado de Janet). Janet todavía no estaba recibiendo ningún diurético o corticoesteroide, lo que habría disminuido considerablemente el riesgo de sufrir una hernia del tronco cerebral. Jimmy (que había regresado a trabajar el día después del ingreso de Janet) llamó por teléfono para preguntar por Janet y las enfermeras le dijeron que Janet seguía bien y que estaba durmiendo, por lo que él no quiso molestarla.

El estado de Janet continuó deteriorándose. Ella comenzó a perder el conocimiento por momentos. Aun así, la gravedad de la situación no fue reconocida por el personal del hospital. Alrededor de la 1:00 a.m., Janet sufrió midriasis, lo cual significa que una de sus pupilas se dilató y se quedó fija de esa manera. Una pupila que permanece dilatada puede indicar varias cosas diferentes, pero en el caso de Janet era una clara indicación de un dramático incremento de la presión intracraneal y el comienzo de una hernia del tronco cerebral. En este punto, las LVN se percataron de que algo grave estaba pasando y lo notificaron al Dr. I. que estaba en casa. El Dr. I. de inmediato se dirigió al hospital, pero le tomó cerca de 22 minutos llegar hasta ahí. Cuando llegó y examinó a Janet, se dio cuenta de que su tronco cerebral se estaba herniando por lo que rápidamente trató a Janet con el corticoesteroide Decadron, así como con diuréticos. Estos medicamentos funcionaron y después de un corto periodo de tiempo las pupilas de Janet volvieron a la normalidad (lo que significaba que la hernia del tronco cerebral había retrocedido).

Pero para entonces, el daño ya estaba hecho. Janet había sufrido una hernia del tronco cerebral que destruyó células nerviosas en la parte superior de su médula espinal. Como resultado, quedó total y permanentemente paralizada del cuello hacia abajo. Ella solamente podía sentir el óvalo de su rostro y únicamente podía mover esos músculos del rostro. Todo esto podría haberse evitado si los médicos hubieran reconocido, cuando Janet fue admitida, que ella necesitaba ser atendida en la UCI y que necesitaba corticosteroides y diuréticos, los cuales sabemos habrían prevenido la hernia del tronco cerebral ya que, de hecho, habrían logrado revertir la hernia una vez que había comenzado. La tragedia también se habría evitado si las enfermeras hubieran reconocido la gravedad de la situación cuando el estado de Janet comenzó a deteriorarse de manera significativa, en lugar de demorarse por más de 9 horas antes de darse cuenta del peligro y alertar al médico.

La vida de Janet como una adulta saludable y vibrante fue destruida. La familia de Janet, su prometido Jimmy y los amigos de Janet quedaron devastados. En lugar de llevar a Janet de vuelta a la costa este, los padres de Janet se mudaron de la costa este para ayudar a cuidar a Janet, ya que Janet había perdido su capacidad de termorregulación (es decir, de mantener una temperatura normal para su cuerpo) y la zona en donde Janet había ido a estudiar era un mejor ambiente para ella en ese sentido. Janet conservó la mayor parte de sus capacidades intelectuales, así que estaba plenamente consciente de que su cuerpo ahora se había convertido en una prisión. Ella necesitaba atención las 24 horas durante los 7 días a la semana. Ella no podía moverse, respirar o comer por sí misma. Tenía que comunicarse mirando las letras de un tablero que su familia sostenía para que ella lo viera, mientras su familia tomaba nota de las letras que ella iba mirando para deletrear las palabras. Ella no tenía ninguna capacidad de llamar a su familia si quería cambiarse a otra habitación o si simplemente necesitaba a alguien para rascarse la nariz (básicamente la única área de su cuerpo en donde ella podía sentir algo). Su amoroso novio Jimmy permaneció con ella y la visitaba todos los días. Sus hermanos y hermanas (que vivían en la costa este) la visitaban siempre que les era posible. Debido a que la familia no era rica, ellos mismos llevaban a cabo la mayor parte de los servicios de atención que requería Janet, contando con la ayuda de los miembros de la iglesia local (donde el padre de Janet había conseguido un empleo de medio tiempo).

Nosotros nos hicimos cargo del caso de Janet. Los médicos y el hospital lucharon enérgicamente, argumentando (de manera increíble) que no fueron negligentes y que aun si lo fueron, Janet de todos modos habría resultado gravemente herida. Tras una larga y reñida batalla, los acusados finalmente aceptaron pagar a Janet un paquete de compensación con valor de más de 30 millones de dólares si ella vivía un período de vida normal, con $3.175 millones recibidos como pago inicial y el resto en pagos mensuales a Janet de por vida, garantizados a su familia por un mínimo de 10 años si es que ella muere antes de esa fecha (valor actual total garantizado del paquete de compensación fue de $5.65 millones dólares). (Por favor tenga en cuenta que no se puede garantizar ningún resultado para su caso. El resultado para cada caso depende de los hechos y datos únicos para el mismo). Con ese dinero, la familia pudo contratar a profesionales para ayudar con el cuidado de Janet. Pudieron mudarse a Florida, donde el clima era óptimo para la discapacidad de termorregulación de Janet, además de ser donde vivía uno de los hermanos de Janet. Janet compró una casa que la familia pudo equipar de conformidad a las necesidades especiales de Janet. Janet pudo comprar un equipo especial de seguimiento ocular que mejoró su capacidad para comunicarse. También pudo comprar una silla de ruedas eléctrica “sip-and-puff” que le permitió utilizar su boca para guiar su silla de ruedas por la casa. Por primera vez, ella tenía un cierto grado de independencia.

El Dr. I debería haber realizado un trabajo a fondo sobre la historia clínica y la revisión física de Janet. Si lo hubiera hecho, habría visto que Janet tenía una presión peligrosamente elevada en su líquido cefalorraquídeo y él la habría ingresado en la UCI y le habría administrado los medicamentos apropiados que habrían impedido la herniación del tronco cerebral. La Dra. F. nunca debería haber intentado realizar el seguimiento de Janet en el hospital con la marcadamente elevada presión de la médula de Janet. La situación estaba por encima de las habilidades de la Dra. F., pero la Dra. F. no sabía lo que no sabía y Janet pagó el precio por ello por el resto de su vida.

¿Qué es la desaceleración tardía?

CP kid schoolbusShanda D. tenía 22 años de edad cuando quedó embarazada de su primer hijo. Ella y su esposo Joe estaban eufóricos. Shanda compró y leyó todos los libros sobre embarazo y sobre bebés que pudo encontrar. Ella comía bien y hacía ejercicio moderadamente, tal y como recomendaban los libros. Todas sus visitas prenatales con su obstetra fueron de lo mejor. Y después llegó el gran día y Shanda fue al hospital local para dar a luz. En el hospital, Shanda estaba conectada a un monitor fetal electrónico, siguiendo el protocolo del Departamento de Obstetricia y Partos (L y D).

Un monitor fetal electrónico (“EFM”) es una máquina que monitorea el estado del bebé. Entre otras cosas, le dice al equipo de atención médica cuál es la frecuencia cardíaca del bebé y la variabilidad del “latido a latido”, así como la manera en que la frecuencia cardíaca del bebé responde a las contracciones de la madre. (Las contracciones de la madre ejercen estrés sobre el bebé y la manera en cómo responde la frecuencia cardíaca del bebé puede brindar información valiosa para los proveedores de cuidados a la salud). El EFM imprime una tira de papel (llamada la tira EFM) que muestra de manera visual cómo la frecuencia cardíaca del bebé responde a las contracciones de la madre. Ciertos patrones de la tira EFM son tranquilizadores e indican que todo va bien. Otros patrones son señales de advertencia de que el bebé, por una u otra razón, probablemente no está recibiendo suficiente oxígeno. Estos son los llamados patrones no tranquilizadores. Estos signos de advertencia requieren de una observación y revisión más de cerca para la madre y el bebé. Sin embargo, otros patrones son signos ominosos de que el bebé no está recibiendo suficiente oxígeno y corre riesgo de sufrir daño cerebral. Estos patrones ominosos, si no son cambiados mediante ciertos procedimientos médicos diseñados para aportar más oxígeno al bebé, requieren de un parto inmediato por cesárea. (En 2009, el Colegio Americano de Obstetricia y Ginecología adoptó una nueva nomenclatura de “Categoría I”, que equivale a algo normal, “Categoría II”, que es para algo indeterminado y que por ende puede requerir de una revaluación y de mayor vigilancia y “Categoría III”, que es anormal y predictiva de un estado fetal ácido-base anormal. La categoría III requiere de ciertos esfuerzos para resolver con rapidez la causa subyacente del patrón de la frecuencia cardíaca fetal anormal. Si estos esfuerzos no logran solucionar el problema, se debe realizar una cesárea de emergencia. Utilizamos la antigua nomenclatura [tranquilizador, no tranquilizador y ominoso] en lugar de la nomenclatura más reciente, ya que la nomenclatura antigua es más descriptiva).

En la mayoría de los hospitales, el obstetra solamente visita a la madre en parto de forma intermitente, hasta que el bebé está listo para nacer. Las enfermeras obstetras son las principales responsables de la vigilancia de la madre. Sin embargo, en la mayoría de los hospitales cuando se tiene un parto sin complicaciones, no es usual que una enfermera obstetra esté al lado de la madre en todo momento. Por lo general, cada enfermera obstetra está al cuidado de dos mujeres embarazadas al mismo tiempo o inclusive de más.

Obviamente, es fundamental que las enfermeras obstetras sean capaces de evaluar con precisión el estado de la madre y del bebé durante el proceso del parto. Como se señaló anteriormente, el parto es estresante para el bebé. Cada contracción de la madre logra reducir el flujo de la sangre y el oxígeno para el bebé (de manera temporal). A medida que el proceso del parto avanza, las reservas fetales del bebé pueden disminuir. (Reservas fetales es el término para referirse a las reservas de oxígeno del bebé, así como a su capacidad para soportar el estrés, incluyendo los bajos niveles de oxígeno, sin sufrir lesiones permanentes). El patrón EFM puede sugerir que las reservas de oxígeno del bebé están tan bajas que el bebé está en riesgo de sufrir daño cerebral debido a los niveles bajos de oxígeno en su sangre. Usualmente, un patrón de EFM ominoso no aparece de repente. Usualmente, el patrón primero cambia de tranquilizador a no tranquilizador, lo que significa que la situación debe ser vigilada más de cerca. Un patrón no tranquilizador puede regresar a ser un patrón tranquilizador, ya sea por sí mismo o con ciertos procedimientos. Sin embargo, en ocasiones un patrón no tranquilizador puede convertirse en un patrón ominoso, lo que sugiere que el bebé está en alto riesgo de sufrir daños en órganos múltiples (incluyendo daño cerebral) o la muerte a no ser que nazca rápidamente (generalmente por cesárea de urgencia).

Un patrón EFM ominoso es la ausencia o mínima variabilidad de latido a latido combinado con desaceleraciones tardías recurrentes. (La variabilidad latido a latido es el cambio en la frecuencia cardíaca del bebé de latido a latido. Las desaceleraciones tardías son la disminución de la frecuencia cardiaca del bebé que comienza una vez iniciada la contracción y que vuelve a subir a la línea de base después de que se completa la contracción). Una ausente o mínima variabilidad latido a latido, combinada con desaceleraciones tardías recurrentes sugieren en gran parte que el bebé está entrando en estado de hipoxemia (es decir, que no hay suficiente oxígeno en la sangre del bebé, lo cual puede causar daño en múltiples órganos, incluyendo daño cerebral o la muerte). Si una enfermera obstetra ve este patrón, entonces lo debe notificar inmediatamente al médico y tomar determinadas medidas para tratar de resolver el problema. Si el problema no se resuelve rápidamente, el parto inmediato está generalmente indicado. Si una mínima variabilidad latido a latido con desaceleraciones tardías progresa para incluir bradicardia (frecuencia cardíaca fetal anormalmente lenta), es particularmente ominoso y una verdadera emergencia médica.

El parto de Shanda al principio progresó normalmente. Sin embargo, la tira EFM posteriormente comenzó a mostrar algunas desaceleraciones tardías con una disminución de la variabilidad latido a latido. La enfermera obstetra que atendía a Shanda no apreció la importancia de estos cambios en la tira EFM. Conforme pasó el tiempo, las deceleraciones se hicieron más persistentes y la variabilidad latido a latido se redujo aún más, lo que indicaba sufrimiento fetal. Aun así, la enfermera obstetra no puso en marcha ninguna alarma. Luego se observó líquido amniótico teñido de meconio (había sido claro antes). (El meconio son las heces del bebé. El sufrimiento fetal puede causar que el bebé evacúe sus heces estando en el útero). Aun así, la enfermera obstetra, quien estaba cuidando al mismo tiempo a otras 2 madres en trabajo de parto, no hizo nada. Entonces, la tira EFM mostró bradicardia, lo observó la enfermera obstetra por primera vez unos 10 minutos después de su inicio. La enfermera obstetra entonces realizó una llamada al obstetra, quien no estaba en el hospital. El obstetra llegó bastante rápido, reconoció que era una verdadera emergencia médica y ordenó una cesárea STAT (cesárea de urgencia). Sin embargo, incluso las cesáreas STAT requieren algo de tiempo para llevarse a cabo, por lo que Christopher D. no nació hasta poco más de 30 minutos más tarde. Para entonces, tenía parálisis cerebral permanente (un tipo de daño cerebral) debido a la hipoxia fetal (falta de oxígeno en el cerebro). (Este tipo de lesión cerebral se denomina encefalopatía hipóxico-isquémica). Christopher nunca será capaz de caminar, hablar o cuidar de sí mismo. A pesar de sus limitaciones motoras, la mente de Christopher sigue activa.

Shanda vino a nosotros cuando Christopher tenía 8 años de edad y nos hicimos cargo del caso. (Desafortunadamente, el estrés de cuidar a un niño con parálisis cerebral severa había contribuido a la desintegración del matrimonio de Shanda y Joe). En su declaración, la enfermera obstetra tuvo dificultades para definir lo que era una desaceleración tardía o lo que era la disminución de la variabilidad latido a latido. Se le mostraron tiras de monitores fetales tomadas de los libros de texto de enfermería obstétrica y se le pidió que identificara los distintos patrones. Ella tuvo dificultades para hacerlo. Sin embargo, la defensa argumentó que su atención había sido apropiada y que, incluso si no lo fuera, Christopher de todos modos estaba destinado a tener parálisis cerebral. Después de muchos meses de duro trabajo en contra de una defensa vigorosa, fuimos capaces de conseguir un acuerdo para el pago de más de $10 millones de dólares, una parte de los cuales se recibieron como pago inicial y otra parte en forma de cuotas mensuales de por vida para Christopher, garantizado a su familia por un mínimo de 25 años si él muere antes de esa fecha. Con estos fondos, Shanda pudo comprar una casa y equiparla para las necesidades especiales de Christopher. Ella compró una camioneta con un elevador mecánico para ayudarla a introducir y sacar a Christopher de la camioneta para poder asistir a las visitas médicas, etc. (Christopher estaba empezando a ponerse pesado y Shanda era una mujer pequeña – en unos pocos años más, ella no habría sido capaz de levantarlo). Shanda y Christopher podían pagar lo más nuevo en tratamiento médico y equipamiento. Es importante destacar que Shanda tenía la tranquilidad de saber que si algo le sucede a ella, Christopher estaría bien atendido.

Las madres (y las abuelas) en verdad saben lo mejor

Eran las 4:00 a.m. y Antonio, el bebé de un año de edad de Teresa, no dejaba de llorar. Teresa O. tenía 24 años de edad y venía de una grande familia latina. Ella era la hija menor. Debido a que Teresa se separó de su marido, teniendo que trabajar para mantenerse a ella y a Antonio, Teresa y Antonio vivían con Amalia P., madre de Teresa, quien se hacía cargo de Antonio durante la jornada laboral.

Antonio no dejaba de llorar. Teresa tomó la temperatura de Antonio y estaba un poco alta. A pesar de que eran las 4:00 a.m., y aunque la fiebre de Antonio no era muy elevada, Teresa y Amalia instintivamente sabían que esto no era una enfermedad normal. Llevaron a Antonio a la sala de urgencias de un hospital de tercer nivel (en inglés, “tertiary hospital” o “Level 3 hospital”). Un hospital de tercer nivel se considera el mejor tipo de hospital. Se trata de un gran hospital que cuenta con una gama completa de servicios y especialistas. A los hospitales de tercer nivel es a donde los hospitales primarios envían a sus pacientes que necesitan de un mayor nivel de atención. Sin saberlo, Teresa y Amalia habían ido precisamente al hospital adecuado para el cuidado de Antonio.

Sin embargo, en la sala de urgencias, Antonio no fue visto por un pediatra especialista en emergencias (aunque había médicos con dicha especialidad entre el personal del hospital). En lugar de ello, fue visto por un ordinario especialista de emergencias quien no sabía cómo determinados signos, síntomas y hallazgos que podrían ser benignos en un adulto o un paciente pediátrico de más edad, en realidad son señales de alarma en un niño como Antonio de un año de edad. Este error tendría consecuencias devastadoras para Antonio.

El personal médico examinó a Antonio y documentó irritabilidad, falta de alimentación, vómitos, temperatura ligeramente elevada y frecuencia respiratoria moderadamente elevada. Dijeron a Teresa y Amalia que Antonio tenía gripa y le dieron de alta para ir a casa alrededor de las 5:30 a.m. La familia se fue a casa, donde Antonio continuó estando mal. Más tarde ese mismo día, aproximadamente a las 4:00 p.m., Teresa y Amalia llevaron a Antonio al pediatra pues Antonio no estaba mejorando y, de hecho, estaba empeorando. El pediatra de inmediato reconoció que Antonio podría tener meningitis bacteriana y envió a Antonio de nuevo al hospital para ser evaluado, donde fue ingresado para realizarle pruebas que confirmaron el diagnóstico de meningitis bacteriana. Sin embargo, para entonces ya era demasiado tarde y Antonio sufrió un daño cerebral severo e irreversible. Todo esto podía haberse evitado tan solo con que los médicos ese mismo día hubieran caminado unos pasos hasta el teléfono de la pared y hubieran llamado para una consulta por un médico pediatra especialista. Si lo hubieran hecho, un especialista pediátrico habría reconocido que Antonio estaba en alto riesgo de tener meningitis bacteriana y se habrían realizado las pruebas adecuadas. Aunque solamente había una demora de alrededor de 12 horas desde el momento en que Antonio fue revisado inicialmente, muy temprano esa mañana hasta cuando finalmente fue diagnosticado correctamente y cuando él comenzó a recibir antibióticos y otros medicamentos ese día ya por la tarde, la meningitis bacteriana puede avanzar rápidamente, y esas 12 horas fueron cruciales en término del grado de la lesión cerebral que sufrió Antonio. Esto marcó la diferencia entre un niño que podría haber tenido algunas alteraciones neurológicas menores contra uno que fue condenado a vivir en un estado vegetativo durante el resto de su vida.

Nos hicimos cargo del caso de Antonio y Teresa. Como de costumbre, la defensa luchó duro, pero al final fuimos capaces de conseguir un acuerdo para Antonio y Teresa con un valor de más de $1 million de dólares. En lugar de escuchar las preocupaciones de la madre de Antonio o de su abuela (que era una madre con mucha experiencia, después de haber tenido 7 hijos), el médico de urgencias minimizó sus preocupaciones, y Antonio y su familia pagaron por ello.

Sin conciencia del peligro

A los 68 años de edad, Louise M. había llegado a sus años dorados. Ella y su esposo por 46 años estaban cómodamente retirados, con 3 hijos adultos y 4 nietos. Se sabía que Louise tenía la enfermedad de las arterias coronarias y sus síntomas habían progresado hasta un punto en que el cardiólogo de Louise había sugerido que se realizara una angiografía coronaria. Una angiografía coronaria es un procedimiento relativamente menor, que se realiza con anestesia local, en el que se inserta un pequeño catéter en una arteria de la ingle y luego se desplaza hasta el corazón. Estando ahí, se inyecta una pequeña cantidad de un agente de contraste radiológico y se toman radiografías. Esto permite visualizar las arterias coronarias para detectar la magnitud y gravedad de la obstrucción de las arterias coronarias. Cuando se han terminado de tomar las radiografías, el catéter es retirado y la arteria es suturada, sellada, o tratada con compresión manual para prevenir el sangrado.

El angiograma de Louise se hizo por la mañana en el hospital. Sin embargo, en la realización del procedimiento, el médico, inadvertidamente, realizó una pequeña herida de punción en la parte trasera de la arteria, lo que causó que Louise sangrara en su espacio retroperitoneal. (El espacio retroperitoneal es el espacio detrás del peritoneo, que es la membrana que forma el revestimiento de la cavidad abdominal. Los órganos abdominales están contenidos dentro del espacio retroperitoneal). Dicho de otra manera, Louise tenía una hemorragia interna. Durante las siguientes 12 horas, el estado de Louise se deterioró. Entre otras cosas, su presión arterial comenzó a caer por su pérdida de sangre (la sangre estaba todavía en su cuerpo, pero estaba fuera de los vasos sanguíneos, en el espacio retroperitoneal). Para compensar su menor volumen de circulación sanguínea, el pulso y la frecuencia respiratoria comenzaron a subir. Durante demasiado tiempo, las enfermeras no apreciaron la gravedad de la situación. Sin embargo, cuando las uñas de Louise y sus labios empezaron a mostrar signos de cianosis (una coloración azulada o púrpura, lo que indica bajos niveles de oxígeno), finalmente comenzaron a intentar localizar al cirujano, que para entonces había dejado el hospital y se había ido a cenar (y quien después testificaría que había tomado bebidas alcohólicas en la cena). En lugar de llamar a uno de los otros médicos del personal que estaban entonces presentes en el hospital, las enfermeras continuaron esperando a que el cirujano respondiera. Cuando el médico finalmente contestó y condujo hasta el hospital, ya era demasiado tarde. Louise había muerto de una hemorragia interna. Su muerte era completamente evitable. Si las enfermeras hubieran solicitado un médico para examinar a Louise durante todas las horas previas, cuando ella comenzó a mostrar signos de una hemorragia interna, la hemorragia podría haber sido detectada y detenida. Louise no tenía que haber muerto.

Llevamos el caso de Louise a nombre de su marido y de sus hijos adultos. La angiografía mostró que la enfermedad de las arterias coronarias de Louise no estaba demasiado avanzada y que ciertamente era susceptible de tratamiento. Con el tratamiento adecuado, tenía muchos años de esperanza de vida por delante. Pero las enfermeras no fueron concientes del peligro, por lo que no hicieron sonar las alarmas hasta que fue demasiado tarde y eso le costó a Louise y su esposo, hijos, nietos y amigos la alegría del resto de sus años de oro.

Demasiado preocupado

Betty T. era madre de dos hijos y abuela de cuatro, así como la amorosa esposa de Óscar. A los 67 años de edad, seguía trabajando en el empleo que amaba, prestando servicios de cuidados a domicilio para personas de edad avanzada con alguna discapacidad. Su hijo adulto Walter y su esposa y sus dos hijos vivían con Betty y su esposo. Una mañana, Betty despertó con un fuerte dolor de cabeza. Ella casi nunca tenía dolores de cabeza y este dolor era más fuerte que todos los que ella había experimentado. No podía trabajar y por eso se tomó un Advil y se recostó a descansar. A eso del mediodía, Walter le preparó algo de comer. Ella trató de comer, pero tenía náuseas y no pudo hacerlo. El dolor de cabeza severo continuó. A eso de las 5:30 p.m., Walter llevó a Betty a la clínica de horario extendido de su organización de mantenimiento de la salud (HMO). Allí, ella vio al Dr. Z., un médico de familia. El Dr. Z. realizó una historia clínica y un examen físico superficial, observando el historial de Betty de presión arterial alta, pero la tensión no estaba excesivamente elevada en el día en cuestión. Él no preguntó sobre los detalles relacionados con el dolor de cabeza (por ejemplo, si era constante, punzante, agudo, agravado por los cambios de posición o por la maniobra de Valsalva, etc.), ni tampoco indagó si había algún antecedente familiar sobre este dolor de cabeza. El médico realizó un examen neurológico superficial, sin examinar la marcha y coordinación de Betty, examinando de manera incompleta la detección de signos de irritación meníngea, además de examinar de manera incompleta su fuerza motora y su sensación. El Dr. Z. entonces diagnosticó un ataque de migraña de reciente inicio (aunque ello es relativamente raro en los adultos mayores) y envió a Betty casa con algunos medicamentos para el dolor. Al llegar a casa, Betty se fue directamente a la cama en la habitación de Walter y su esposa en la planta baja, completamente vestida, ya que no podía subir las escaleras hasta su recamara. Cerca de la medianoche, ella pidió ayuda a Walter para ir al baño, pero tan pronto como se puso de pie, se desplomó en el suelo. Walter la ayudó a volver a la cama. A eso de las 2:00 a.m., ella estaba roncando, algo que no solía hacer. Óscar (el marido) se fue a trabajar a las 6:00 a.m., tratando de no hacer ruido para no molestar a Betty. Cuando Walter y su esposa despertaron alrededor de las 6:30 a.m., descubrieron que Betty estaba muerta.

La autopsia reveló que Betty había muerto de una hemorragia intracerebral, específicamente de un sangrado en los ganglios basales (una parte del cerebro). Ella sin duda había empezado a sangrar por la mañana cuando se despertó con un fuerte dolor de cabeza. Las propias guías de práctica clínica de la HMO afirman que las señales de advertencia de la hemorragia intracerebral incluyen la edad mayor de 60 años y ataques nuevos de migraña en las personas mayores, y tampoco es habitual que las migrañas se inicien por primera vez en una persona mayor. Pero el Dr. Z. no estaba familiarizado con esas guías de práctica clínica. El Dr. Z. debió enviar a Betty y a Walter a la sala de urgencias para una tomografía craneal urgente de la cabeza de Betty. Si eso hubiera ocurrido, la hemorragia cerebral probablemente habría sido vista y Betty habría sido ingresada en una unidad de cuidados neurointensivos donde habría recibido un tratamiento adecuado que probablemente habría salvado su vida.

Nosotros representamos a la familia de Betty y pudimos obtener una cantidad sustancial para ellos. Durante la fase de investigación del caso, se supo que en el momento en que el Dr. Z. trató a Betty, él estaba siendo investigado por la Junta de Licencias Médicas del Estado por haber tenido relaciones sexuales con varias de sus pacientes casadas, lo que llevó a que la Junta Médica del Estado presentara varios cargos en su contra. El Dr. Z probablemente estaba un poco preocupado en el momento que vio a Betty. Ella lo pagó con su vida.

Breve descripción de otros casos

A continuación se presentan breves descripciones de casos adicionales reales. (Aunque los casos son reales, los nombres son ficticios. No se puede garantizar ningún resultado para su caso concreto. El resultado para cada caso depende de sus hechos y datos únicos).

El achivar incorrectamente de un ECG resulta en un ataque cardiac y la muerte de un hombre de 40 años de edad: Un hombre de 40 años de edad, marido y con dos hijos, fue para un examen físico completo con su médico de familia (que era parte de un HMO). Parte del examen físico fue un ECG (eco cardiograma) de rutina. El ECG no fue leído por el médico de familia, sino que fue enviado al laboratorio cardiaco de la HMO para ser examinado. Ese proceso llevó alrededor de una semana. El cardiólogo en el laboratorio leyó correctamente el ECG como anormal y requirió el seguimiento del paciente por un cardiólogo. Los resultados del ECG fueron luego enviados de vuelta al médico de familia, pero por alguna extraña razón, simplemente fueron colocados en la historia clínica del paciente sin que el médico de familia estuviera al tanto de los resultados o de la recomendación de que el paciente tuviera un seguimiento por un cardiólogo. Cuatro meses más tarde mientras estaba corriendo, el paciente murió de un ataque al corazón. Debido a su joven edad y su excelente salud, se realizó una autopsia. La autopsia mostró que el paciente tenía lo que se llama “la enfermedad de un solo vaso”. En otras palabras, solamente una de sus tres arterias coronarias principales estaba enferma. Si se hubiera remitido al paciente a un cardiólogo, su enfermedad de un solo vaso habría sido detectada y tratada adecuadamente. El paciente, quien era un corredor amateur de maratones, habría sido un candidato perfecto para la colocación de un stent o para recibir una cirugía de bypass, lo que habría impedido el ataque al corazón.

El mantener a rostro un niño boca abajo mientras se punzaba un furúnculo resulta en asfixia y lesiones cerebrales permanentes: Un niño de cuatro años de edad se había caído y raspado la parte posterior de su cuello mientras jugaba al aire libre. En los días posteriores, la herida se convirtió en un forúnculo. En lugar de intentar abrir el forúnculo en casa, la madre (responsablemente) llevó a su hijo a la sala de urgencias local, que en realidad era un hospital universitario. Ahí, un estudiante de medicina y dos residentes mantuvieron al niño boca abajo en una camilla, mientras que otro residente infiltraba lidocaína y punzaba el forúnculo. El niño tuvo un paro cardíaco. Para cuando consiguieron resucitarlo con éxito, había sufrido daño cerebral permanente por falta de oxígeno. En la declaración, el médico encargado (un médico que supervisaba a los residentes y estudiantes de medicina), admitió que la investigación mostró que el muchacho se había ahogado cuando el estudiante de medicina lo mantuvo boca abajo en la camilla.

Una mala interpretación de una mamografía resulta en un retraso para diagnosticar cáncer: Las señales de advertencia de cáncer no fueron vistos en una mamografía de una mujer de 42 años de edad. El cáncer se detectó más tarde, pero debido a la demora, la paciente sufría ya de una enfermedad más avanzada. Por ello, se requirió de un tratamiento médico más extenso e invasivo, y ella sufrió la disminución de la posibilidad de curarse, además de disminuir su esperanza de vida.

No apreciar un patrón en un ECG resulta en no diagnosticar un ataque cardiaco, que terminó en la muerte: Un hombre casado de 64 años de edad despertó a eso de las 3:30 a.m. con un dolor en su pecho. Tomó algunos antiácidos y trató de volver a dormir, pero el dolor no disminuyó, por lo que a eso de las 4:15 a.m. él y su esposa se dirigieron a la sala de urgencias local. El joven médico de urgencias inicialmente escribió en el cuadro médico que el paciente se quejó de un dolor en el pecho breve, “aplastante”, sin radiación, pero esa nota fue tachada y encima el médico escribió dolor “agudo” sin radiación. El médico revisó la tira del ECG, registró que era normal, diagnosticó ardor estomacal y envió al paciente a casa. Poco tiempo después de conducir a casa, el paciente murió de un infarto al miocardio (ataque al corazón). En realidad, la tira de ECG mostraba una elevación del segmento de onda ST, no presente en los ECG anteriores, lo cual sugería (entre otras cosas) un ataque al corazón en curso, lo que necesitaba de una mayor investigación, así como fibrinolíticos y otras terapias. Si la emergencia médica hubiera sido reconocida y tratada a tiempo, el paciente probablemente no habría muerto.

No diagnosticar un embolismo pulmonar causa una muerte: Un hombre de 67 años de edad visitó a su médico de familia quejándose de un dolor en el pecho en el lado derecho, en el hombro y en la espalda. El paciente negó problemas de respiración, pero dijo que se sentía muy incómodo, que no podía dormir y que le dolía al moverse. El paciente tenía una ligera taquicardia (frecuencia cardíaca rápida), hipertensión en el límite normal (presión arterial alta) y taquipnea (frecuencia respiratoria rápida). El electrocardiograma fue normal excepto por la taquicardia. Aunque el paciente tenía varios factores que le predisponían a sufrir una embolia pulmonar, el médico no realizó más preguntas. En lugar de ello, el médico diagnosticó lesiones en la espalda con radiación (a pesar de que no había ningún evento específico al cual poder atribuir una lesión en la espalda), prescribió unos anti-inflamatorios y analgésicos para el dolor dio de alta al paciente para que fuera a casa. El paciente entró en shock al día siguiente y fue llevado a la sala de de urgencias donde un ecocardiograma mostró evidencia de una gran embolia pulmonar. El paciente falleció en la sala de urgencias. Si el médico de familia hubiera investigado más el día anterior, la embolia pulmonar probablemente habría sido descubierta y se hubiera tratado adecuadamente, y probablemente se habría evitado que el paciente muriese.

No apreciar los riesgos derivados de tener un bebé grande, aunado a una técnica deficiente de parto, da lugar a una lesión del plexo braquial: Una madre con diabetes gestacional tenía un feto que era muy grande para el tiempo de gestación. El obstetra no planeó para un bebé con macrosomía (tamaño grande) y la potencial desproporción céfalo-pélvica (donde el bebé es demasiado grande para caber con seguridad a través de la pelvis de la madre). Se produjo como resultado una distocia de hombros (es decir, durante el parto uno de los hombros del bebé se quedó colgado en la sínfisis del pubis de la madre lo cual impidió el parto – esto es una emergencia obstétrica). El obstetra utilizó una mala técnica en su intento por liberar el hombro, lo que resultó en una lesión del plexo braquial izquierdo (parálisis de Erb) y una pérdida significativa permanente del uso del brazo izquierdo del niño.

No detectar hidrocefalia resulta en una lesión cerebral permanente: Una niña de 15 meses de edad fue llevada por su madre al pediatra para un examen de rutina. El médico documentó que la circunferencia de la cabeza del bebé estaba por encima del 98 por ciento y el peso de su cuerpo estaba en el 96 por ciento (en comparación con otros niños de su misma edad). Aunque en las anteriores visitas de rutina de la niña la circunferencia de su cabeza había estado en el percentil 97, esta era la primera visita en que estaba por encima del percentil 98. El médico registró un examen normal de niño sano. Después la familia se mudó fuera del estado por poco menos de un año, tiempo durante el cual la niña no vio a un pediatra. Cuando la familia se mudó de vuelta a su hogar anterior, la niña volvió a ver al pediatra original para una visita de rutina. Para entonces, la circunferencia de la cabeza de la niña estaba bastante por encima del 98 por ciento lo que llevó al pediatra a solicitar radiografías de la cabeza, mismas que revelaron hidrocefalia. (Hidrocefalia significa literalmente “agua en el cerebro”. Es una patología donde existe una acumulación excesiva de líquido cefalorraquídeo en el cerebro, usualmente como resultado de una obstrucción en el flujo del líquido cefalorraquídeo). Se colocó quirúrgicamente una derivación para drenar el exceso de líquido pero para entonces el daño ya estaba hecho y la niña había sufrido lesiones cerebrales permanentes. Cuando en su declaración se le preguntó al pediatra si la lectura de la circunferencia de la cabeza en el chequeo de 15 meses le había causado alguna alarma, él respondió que no, porque simplemente pensó que se trataba de una “niña grande que tenía una cabeza grande”. De lo que el pediatra no se dio cuenta, es que cuando por primera vez la circunferencia de la cabeza de la bebé cruzó el límite del 98 por ciento, eso era un indicio para realizar una radiografía de la cabeza y que diera seguimiento un neurólogo pediátrico, independientemente de cuál fuera el peso de la niña. El médico tampoco evaluó la circunferencia de la cabeza de los hermanos y de los padres. La macrocefalia (cabeza anormalmente grande) tiende a ser hereditaria. Si los padres o hermanos de la niña hubieran tenido macrocefalia, inicialmente podría haber existido una menor preocupación. La evaluación de los padres y hermanos por parte de nuestros expertos mostró que no tenían macrocefalia, aunque el pediatra nunca evaluó ese factor. Si a la niña se le hubiera realizado una radiografía de la cabeza cuando se detectó por primera vez que la circunferencia de su cabeza superaba el 98 por ciento, la hidrocefalia probablemente habría sido detectada y tratada, y ella no habría sufrido daño cerebral permanente.

Una inadecuada supervisión por los residentes causa sangrado cerebral durante el proceso de parto, lo que resulta en una hemiplejia permanente (parálisis parcial de un solo lado): Una mujer de 23 años de edad que tenía su primer embarazo fue a un hospital universitario local (donde los residentes, que son los médicos nuevos, están recibiendo capacitación) para dar a luz a su hijo. Ella fue atendida por un residente de obstetricia. A medida que avanzaba el trabajo de parto durante la noche, el ritmo del proceso era mucho más lento de lo normal, incluso para una madre primeriza. Esto sugiere (entre otras cosas) una posible desproporción céfalo-pélvica (es decir, que la cabeza del bebé es demasiado grande como para caber de manera segura a través de la pelvis de la madre) o una mala posición (es decir, que la cabeza del bebé presenta en una orientación subóptima). En lugar de llamar al médico responsable (el miembro del cuerpo docente de la escuela de medicina que era responsable de supervisar al residente), el residente aceleró el proceso del parto con oxitocina (un medicamento que fortalece las contracciones de la madre). Finalmente, después de un muy largo período sin descender la cabeza del bebé, el residente llamó el médico responsable, quien llegó y ordenó una cesárea urgente, pero para entonces ya era demasiado tarde. Las contracciones repetidas de la madre (que se fortalecieron debido a la oxitocina) habían embestido continuamente el cráneo del bebé contra los huesos de la pelvis de la madre, lo cual resultó en una fractura de una de las placas del cráneo del bebé, hemorragia cerebral y hemiplejia parcial permanente (parálisis parcial de un solo lado).

No reconocer a tiempo y tratar adecuadamente los altos niveles de bilirrubina en un recién nacido causan daño cerebral: Una madre dio a luz a un bebé prematuro (31 semanas de gestación). El bebé tuvo algunos problemas en la unidad de cuidados intensivos neonatales (“NICU”), que fueron atendidos debidamente, a excepción de uno – hiperbilirrubinemia (niveles altos de bilirrubina, o ictericia). El no reconocer y tratar la hiperbilirrubinemia dio como resultado un kernicterus (un tipo de daño cerebral permanente inducido por niveles altos de bilirrubina que causa parálisis cerebral coreoatetósica, deterioro óculo motor, alteración de la función digestiva, y sordera parcial).

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